domingo, 6 de mayo de 2012

EMPATÍA (parte 1)

Capítulo 1.
"Infancia"


- Papá, ¿Por qué veo a la gente triste? - Pregunté con tan solo cinco años. Mi padre, sin entender bien el sentido de mi cuestión, salió del paso.
- Cariño, las personas no están tristes, muchas veces vemos a la gente sonreír por la calle, ¿no te das cuenta? 
- No papá, las personas sonríen solo si las haces sonreír. No lo hacen así por que sí.- En aquel momento simplemente veía a la gente demasiado seria, hoy por hoy, casi veinte años después, veo que todo es mucho más triste que como lo ve un niño de cinco años. 
Mi padre simplemente soltó una carcajada nerviosa, lo recuerdo perfectamente, estaba muy nervioso. Aun con esas, insistí.
- Hazme caso, quiero que todo el mundo enseñe los dientes aunque vaya solo, y que no sea de enfado papi, tu los enseñas a veces, pero estás enfadado, y eso no vale. ¿Por qué no somos felices? Si esto es muy bonito papá, míralo, es muy muy bonito. Además no sé por que hay gente que está siempre sola, con la de personas que somos, seguro que no te has dado cuenta, pero creo que somos más de tres mil ¡Tres mil! ¿Tú sabes lo que es eso? No cabrían todos ni de broma en el jardín, ¡Fíjate!
- Hijo, tres mil no, son incluso más, lo que pasa es que cuando están solas es porque están esperando a alguien, o alguien les espera. Además cuando se encuentran, se sonríen mucho y son felices...
- ¿Y se dan besos?
- Si, diferentes besos, pero sí, todos se dan besos y abrazos, se quieren, y son felices, todos somos felices David, ¿No lo ves?
- No, no lo veo, y algún día te lo voy a demostrar. Estás confundido papá.
Mi padre me miró, me acarició suavemente la cabeza y sin una palabra más, me llevo a casa.
El pensaba que eso era cosa de niños y que no tenía importancia. Pero yo, sin creerme una sola palabra de mi padre, continué en mis trece.
Ese fue el principio de mi pequeña gran locura. De mi revolución contra el mundo, y desde aquel punto, la vida para mí sería diferente. Soy diferente, y eso, me agrada.